"Un aguacero tímido y constante, residuo de la intensa lluvia de hace unos minutos, golpea con suavidad las paredes de la casa. El olor a salitre se cuela, junto con el rumor lejano de las olas caribeñas, entre los cristales de la ventana laminada de mi cuarto. Estoy de visita en Tela, departamento de Atlántida, poniendo nueva voz a mis recuerdos.
¿Cómo resumir la semana que llevo en este país mágico y contradictorio? ¿Por dónde empezar? Los días aquí duran más, son más intensos, y cada nueva realidad es un mundo completamente diferente para el que harían falta páginas y páginas. Todavía no hace, en horas, una semana completa desde mi aterrizaje y siento como si llevase en esta tierra toda una vida. Extraigo, a modo de retazos de sensaciones, una frase suelta de mi diario: “Aquí, en medio de esta lucha violenta y constante de la Naturaleza contra esta civilización de miseria y chapas de zinc todo tiene un sabor agridulce de desesperanza esperanzada”. Oigo frases de gente: “El mañana no nos pertenece”, “Honduras y justicia son dos palabras irreconciliables”, “No podemos desperdiciar comida por todo lo que está pasando la gente de Haití”…
Como podréis imaginar, mi vida aquí es muy diferente. A las cinco de la mañana ya ha amanecido, por lo que a las siete, como norma general, ya está uno funcionando. Hasta hace nada pensaba que a esa hora sólo se podía llegar a casa, no salir de ella… (hay que ver lo que son las cosas...) Los ritmos de trabajo están marcados por el sol, así la hora de comer corresponde con las doce y media de la mañana. A la una y media de la tarde no hay quien pare en la calle de puro calor. El sol quema a esas horas y elimina toda posible sombra en las calles de polvo y tierra que forman mi barrio (la semana que viene publicaré una entrada especial sobre mi barrio, Asentamientos Humanos, con toda la información que necesitéis). Sobre las seis de la tarde comienza a anochecer y, cuando son las siete, noche cerrada, conviene no andar por la calle o, de ser así, asegurarte de que alguien va a poder acercarte a casa en coche. A las once suele ser una buena hora para irse a dormir (cosa que todavía no estoy cumpliendo, me cuesta).
La dieta está siendo más variada de lo que en un principio esperaba, ya he tenido tiempo de probar varias especialidades típicamente hondureñas. He comido baleadas (tortillas de harina con frijoles machucados, quesillo y huevo), pupusas, pollo frito, yuca frita, tajadas de plátano y he bebido distintos jugos de mil frutas y rompopo, una movida que hacen en mi barrio con ron, leche, huevo, vainilla y no sé cuántas movidas más. Es dulce, peligroso.
La gente me está acogiendo muy bien y con mucho cariño y ya me han surgido muchas posibilidades de trabajo que os iré desgranando en posteriores entradas. La principal será la coordinación del proyecto del dispensario médico colindante a mi casa (es posible que tenga que citarme con el alcalde de San Pedro Sula y con el ministro de Sanidad para conseguir financiación). Se empeñan por aquí en decir, allá donde voy, que estoy soltero, información que les hace mucha gracia. En Honduras es muy llamativo que un hombre de casi treinta años ande soltero, y más siendo tan guapo. Lo cierto es que me inquieta su constante preocupación por mi estado civil…
En la escasa semana que llevo aquí he tenido ocasión de visitar gran parte del sector de la Rivera Hernández (sector marginal de la periferia donde se encuentra mi barrio, Asentamientos Humanos), he conocido a los habitantes del bordo de la Rivera, he estado siguiendo los proyectos de apadrinamiento que se manejan por aquí, he visitado el centro de San Pedro Sula para gestionar mis papeles (seguimos trabajando en ello en este momento…), me han picado “n” mosquitos, me he hecho amigo de los jóvenes del centro juvenil de mi colonia, he empezado a gestionar dos campamentos (uno para primavera, aquí verano profundo, y otro para verano, aquí verano profundo con tormentas y ciclones…), me he hecho seguidor del Marathon (“el monstruo verde”), que es un equipo de fútbol de San Pedro Sula, me han presentado en varias comunidades, he tomado “n” cafés en la que he declarado mi pulpería de confianza, me he reencontrado felizmente con la gente de Paso a paso (una asociación para jóvenes de aquí coordinada por cooperantes españoles de la que os hablaré más adelante), he estado presente en reuniones del Frente Nacional de Resistencia Popular, me han convocado para próximas reuniones de coordinación de la Resistencia y he vuelto por dos días a Tela, lugar desde donde escribo; tiempo que he aprovechado para ofrecer mi trabajo a Tita, una vieja amiga, directora ejemplar de un colegio de la zona, y para visitar el presidio, donde también, por pura lógica de condena, me he reencontrado con viejos amigos. Me han pedido que narre los partidos de fútbol del torneo interno de la cárcel. Tengo buenos maestros, veré qué se puede hacer.
Como podéis ver, demasiadas cosas agolpadas en muy poco tiempo que, ahora mismo, mientras escribo estas líneas, soy incapaz de posar. El tiempo irá colocando en mi corazón todas estas experiencias para ordenarlas como merecen y así poder transmitiros con mayor fidelidad mi vivencia en Honduras. Procuraré que las próximas entradas sean más específicas para que, al menos durante las primeras semanas, seáis capaces de haceros un panorama general de mi vida aquí y así poder ir actualizando sin tener que entorpecer el relato con mil explicaciones. Como adelantaba en esta entrada, la próxima hablará sobre mi barrio y, muy presumiblemente, la siguiente tratará de mis distintas labores ahora que ya se han empezado a concretar. Intentaré subir, también, un vídeo chorra que he hecho esta semana pasada sobre mi casa, siempre que Internet así me lo permita.
Mil gracias a todos por todos los mensajes recibidos. Os siento muy cerca. Un beso grande desde el otro lado del mundo."
http://www.youtube.com/watch?v=V19x-7qximU